El Reino de la Luz: De las Auroras Boreales al Sol de Medianoche

La luz. Esa es la respuesta si alguien me pregunta qué me ha llamado más la atención de vivir tan al Norte, qué es diferente, qué es especial. La luz, tan simple como eso. Creo que la mayoría se siente decepcionada ya que esperan que diga el frío terrible, osos polares andando por la calle o alguna otra cosa fuera de lo común.
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Pero la luz aquí es algo realmente espectacular que cambia el paisaje transformán- dolo hasta extremos oníricos. El brutal cambio de incidencia del sol a lo largo del año, los atardeceres interminables del verano, la atmósfera azul del invierno sin sol, el clima siempre dinámico, siempre en movimiento, las montañas camaleónicas en perpétua permutación de color.... la naturaleza se recrea pintando cuadros efímeros sin descanso. Es un juego de contrastes contínuo entre nubes rotas en formas imposibles, el tapete liso de las aguas del fiordo, la quebrada silueta de la costa y la luz que lo amalgama todo en armonía. Mis fotos hacen poca justicia a tal grandiosidad, pero con que transmitan siquiera un ápice de ella, me doy por satisfecho.

16 AGOSTO 2006: HAMMERFEST AL DESNUDO

Siendo honestos: Hammerfest no cuenta con prácticamente ningún atractivo turístico fuera del entorno natural y la belleza descarnada del ártico. Al menos como centro urbano no posee elementos culturales, históricos o arquitectónicos dignos de mención. Mas bien lo contrario, es una ciudad reconstruida prácticamente de cero hace 50 años y que además, tras la desaparición de la actividad pesquera en la que se sustentaba, entró hace décadas en una franca decadencia que aun se nota en muchos edificios. Sufrió una disminución galopante de población que emigraba en busca de oportunidades en el boyante sur Noruego. Luego, en los noventa, la resurrección vino de la mano de los recursos gaseosos descubiertos a poca distancia de la costa. Pero esa es otra historia.

Podríamos decir que el único -o al menos principal- activo turístico de la ciudad es su posición geográfica, mas específicamente: su latitud es su tesoro. Como ciudad mas septentrional del mundo -titulo siempre en disputa- y puerto de paso de los cruceros hacia el Cabo Norte, Hammerfest disfruta de un flujo constante de turistas siempre dispuesto a comprar un oso polar de peluche o una genuina piel de reno. Para aprovechar el calor de esta tibia pero constante fuente de ingresos, la ciudad ha rebuscado en su Historia todo hito que ha podido encontrar para surtir al siempre ávido de fotografías turista de algunos rincones y monumentos donde saciarse.

En una muy subjetiva y relativa clasificación decreciente en importancia de la modesta pero entrañable oferta primero podríamos situar al Museo de Historia de Hammerfest. En realidad no hay demasiado que contar: algo sobre los primeros pobladores, Hammerfest alcanzando el estatus oficial de ciudad en 1789 y la aparición de un par de barcos de guerra ingleses (con breve intercambio cañonazos incluida) en el contexto de las guerras napoleónicas, cuando Noruega era parte de Dinamarca y ésta estaba aliada con Francia.

Sin duda uno de los aspectos más atractivos de la historia local es el papel de puerto de lanzamiento que Hammerfest jugó durante la época de las expediciones al ártico de finales del XIX y principios del XX. Una época pionera y épica que se guarda en historias y fotografias de tremenda capacidad evocadora del sabor de la aventura pura.


Todos estos eventos son tocados de refilón y resultan meramente anecdóticos al lado del mayor hito -y a la vez mas dramático- en la Historia de la ciudad: la ocupación alemana durante la II Guerra Mundial y la posterior reconstrucción. Los nazis, ya derrotados, destruyeron Hammerfest hasta los cimientos antes de retirarse. Resulta demoledor reconocer el paisaje que ahora me rodea en las fotografías y películas que se exhiben en el museo. El paisaje es el mismo, pero la ciudad es un solar donde lo único que se levanta son un bosque de tiros de chimeneas como troncos calcinados. Los tiros de chimeneas eran la única parte de ladrillo de las casas. El resto había desaparecido.


El ataque alemán a Noruega fue especialmente alevoso y traicionero ya que ambos países habían compartido lazos de amistad. El káiser Guillermo había sido un amante de Noruega, acostumbraba a pasar aquí sus vacaciones y no dudo en mandar un ejército de arquitectos y constructores alemanes para reconstruir Alesund tras su terrible incendio de principios de siglo. Además Noruega vivía apartada de las grandes tensiones internacionales. Por estas y otras razone la sorpresa fue total cuando en Abril del 40 los buques de guerra Nazis aparecieron en los fiordos.



Y Noruega tuvo un buen numero de mártires heroicos en aquel día. El alto mando alemán, quizá con cierto complejo del que le pega a un niño, había ordenado una ocupación sin derramar sangre. Los noruegos eran pacifistas sin prácticamente fuerzas armadas pero también son descendientes de los vikingos, no dudaron en oponer resistencia y a pesar de las peticiones alemanas para evitar la lucha dos patrulleras atacaron suicidamente los destructores alemanes en Narvik y fueron voladas a cañonazos. En Bergen, Trondheim, Kristiansand y en Oslo -donde el crucero Blucher fue hundido- se combatió también a los nazis.


Por supuesto los defensores fueron arrollados por la maquinaria alemana. Y llegaron los cinco largos años de ocupación. Finnmark, la región donde Hammerfest se ubica, se volvió repentinamente estratégica cuando comenzó la guerra en Rusia y los convoyes de transportes anglo-americanos empezaron a doblar el Cabo Norte camino de la URSS. Los alemanes aumentaron sus fuerzas en la zona e incluso el acorazado Tirpitz, el hermano del Bismarck y buque mas poderoso de la época, se estacionó entre Tromso y Hammerfest hasta el final de la guerra.


Como ya se ha dicho los nazis al retirarse no dejaron nada. Ni en Hammerfest, ni en Alta ni en las otras ciudades de Finnmark. Lo quemaron todo y la gente se acomodó como pudo en cuevas. Aunque cuesta sorprenderse ya por las salvajadas ocurridas durante la IIGM resulta difícil no conmoverse con las caras que reflejan las viejas fotografías. Gentes que vivían apaciblemente, desentendidos y ajenos a las peleas y ambiciones de los grandes imperios, centrados un mundo cotidiano que no va mas allá de unas decenas de kilómetros. Y repentinamente ese mundo resulta aniquilado por fuerzas incontenibles y se encuentran impotentes en medio de la vorágine.


Después del Museo de Historia podríamos situar el museo del Real Club del Oso Polar que podría decirse que es el museo de historia natural. Numerosos animales disecados, información sobre expediciones polares, balleneros, barcos atrapados en el hielo... hacen la visita entretenida. Ya visitando por la ciudad edificios y lugares emblemáticos notaremos que lo que hay es mas bien simpático y entrañable que impresionante. Hay que visitar la original iglesia y la columna del meridiano que conmemora la medición en 1816 de un arco de meridiano por Rusia, Suecia y Noruega. Y después está el "pabellón" para conciertos levantado con motivo del 200 aniversario de la ciudad, que siempre me resulto divertido porque es simplemente una pequeña marquesina cuadrada de unos 6-7 metros de lado, construida en madera y pintada en colores brillante.


Como ya digo, la oferta cultural y arquitectónica es modesta, pero Hammerfest no precisa de catedrales góticas o pinacotecas cuando el fiordo y la luz ártica están constantemente, 24 horas al día, creando monumentos a la belleza y a la grandiosidad. Si vienes a Hammerfest, simplemente sube por el empinado camino en zig-zag justo detrás del pabellón, al llegar a la cima entra en Turistua, pídete un chocolate caliente, siéntate junto a los ventanales y disfruta del espectáculo.


1 comentario:

Anónimo dijo...

quede totalmente impresionada con tu blog......transmites muy bien la forma q sientes alla.....y las fotos son magestuosas....me gustaria estar alla.