El Reino de la Luz: De las Auroras Boreales al Sol de Medianoche

La luz. Esa es la respuesta si alguien me pregunta qué me ha llamado más la atención de vivir tan al Norte, qué es diferente, qué es especial. La luz, tan simple como eso. Creo que la mayoría se siente decepcionada ya que esperan que diga el frío terrible, osos polares andando por la calle o alguna otra cosa fuera de lo común.
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Pero la luz aquí es algo realmente espectacular que cambia el paisaje transformán- dolo hasta extremos oníricos. El brutal cambio de incidencia del sol a lo largo del año, los atardeceres interminables del verano, la atmósfera azul del invierno sin sol, el clima siempre dinámico, siempre en movimiento, las montañas camaleónicas en perpétua permutación de color.... la naturaleza se recrea pintando cuadros efímeros sin descanso. Es un juego de contrastes contínuo entre nubes rotas en formas imposibles, el tapete liso de las aguas del fiordo, la quebrada silueta de la costa y la luz que lo amalgama todo en armonía. Mis fotos hacen poca justicia a tal grandiosidad, pero con que transmitan siquiera un ápice de ella, me doy por satisfecho.

17 SEPTIEMBRE 06: PRIMERAS NIEVES

Una muy avanzada vanguardia del invierno nos ha visitado hoy regando de azúcar en polvo el paisaje. Empezamos Septiembre bruñéndonos al sol escasos de ropa y parece que lo vamos a acabar entre copos de nieve.

No está, sin embargo, destinada a durar. Es muy pronto incluso para Hammerfest. Las verdaderas nevadas empezarán en Noviembre y no será hasta Diciembre que una capa de hielo y nieve cubra de forma permanente el suelo, hasta el deshielo de primavera. Pero estas pequeñas nevadas aisladas y fuera de temporada no son desacostumbradas, incluso en Mayo puede el Señor del Norte saltarse las reglas de la Corriente y rozar Finnmark con su manto helado. Como simple recordatorio de la latitud en la que vivimos.

En apenas dos semanas hemos pasado del verdor y luminosidad veraniega al blanco del invierno, pasando por los ocres del otoño. Realmente increíble.
No vamos a desaprovechar esta nueva y repentina permutación del paisaje y nos preparamos para salir. Además va a ser una ocasión muy especial: Eco se va a encontrar por primera vez con su elemento, la nieve.

Sin duda es un acontecimiento cuando un Alaska Malamute conoce por primera vez la nieve ya que la lleva en los genes. Nos ponemos en camino paralelos a la carretera hacia Prærian. Una vez allí abandonamos la zona de casas y empezamos a ascender por la ladera. La nieve en las calles y alrededores se ha derretido pero no hay que subir demasiado para encontrar alguna. La línea que marca la cota de nieve parece dibujada a tiralíneas y el contraste de colores es muy llamativo.


Y Eco entra en contacto con la rala capa de nieve. La huele, la prueba y comienza por primera vez el ritual que se convertirá en hábito cada vez que encuentre nieve, salta baila y se restriega contra el suelo. No hay duda que aquí hay amor apasionado.


Seguimos subiendo y avanzando en dirección noreste. La capa de nieve se hace más uniforme pero no mucho más espesa. Nieve nueva, suelta e impoluta. Es como caminar sobre azúcar.


En esta zona los riachuelos y charcas se han congelado. Superficies tan perfectamente enrasadas que desentonan con lo quebrado y rocoso del terreno. La placa de hielo parece lo suficientemente gruesa como para soportar el liviano peso de Eco pero no creo que ni por asomo soporte el mío así que cuando nos bloquea el camino una poza de mayor tamaño opto por rodearla saltando piedras mientras Eco se pasea confiado por esta novedosa superficie.



Llegamos a un punto lo bastante alto como para divisar el otro lado de la isla. Eco ya se siente a sus anchas.




Decidimos descender hasta la orilla lo cual no resulta nada fácil por lo abrupto del terreno, las placas de hielo y la nieve suelta que oculta obstáculos y agujeros. Al menos no es fácil para un bípedo con el centro de gravedad a un metro del suelo, mi acompañante no tiene tantos problemas. Al final llegamos a terreno llano junto al agua. El sol empieza a declinar cuando encontramos una vieja cabaña abandonada y ruinosa.


En el camino de regreso vemos el sol descender sobre el horizonte y el fiordo -siempre el fiordo- nos obsequia con una increíble paleta de colores de belleza engañosa porque anuncia tormentas y chubascos que nos salen al encuentro. Es el momento de volver al abrigo del hogar.


El invierno ha saludado de forma amable y amistosa. Tiempo habrá para que nos muestre sus otras caras.