El Reino de la Luz: De las Auroras Boreales al Sol de Medianoche

La luz. Esa es la respuesta si alguien me pregunta qué me ha llamado más la atención de vivir tan al Norte, qué es diferente, qué es especial. La luz, tan simple como eso. Creo que la mayoría se siente decepcionada ya que esperan que diga el frío terrible, osos polares andando por la calle o alguna otra cosa fuera de lo común.
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Pero la luz aquí es algo realmente espectacular que cambia el paisaje transformán- dolo hasta extremos oníricos. El brutal cambio de incidencia del sol a lo largo del año, los atardeceres interminables del verano, la atmósfera azul del invierno sin sol, el clima siempre dinámico, siempre en movimiento, las montañas camaleónicas en perpétua permutación de color.... la naturaleza se recrea pintando cuadros efímeros sin descanso. Es un juego de contrastes contínuo entre nubes rotas en formas imposibles, el tapete liso de las aguas del fiordo, la quebrada silueta de la costa y la luz que lo amalgama todo en armonía. Mis fotos hacen poca justicia a tal grandiosidad, pero con que transmitan siquiera un ápice de ella, me doy por satisfecho.

21 NOVIEMBRE 06: UN IGLÚ EN LA TERRAZA



Ha estado nevando toda la semana. Y eso significa trabajo. En el balcón se han acumulado más de treinta centimetros de nieve y alguien tiene sacarlos de ahí antes de que la barandilla desaparezca enterrada. Así que bien abrigado y equipado con una pala comienzo la ardua tarea. La nieve se ha apelmazado y a la primera palada salta un voluminoso bloque.

Inmediatamente una idea recuperada directamente de la infancia se ilumina en mi mente: construir un iglú.

El pobre Eco se echa largas siestas en el balcón y a menudo se despierta convertido en un montón de nieve. A él no parece preocuparle en absoulto pero quizá no le importaría tener un refugio.



Manos a la obra, voy sacando bloques y convirtíendolos en ladrillos bajo la supervisión del fututo propietario.



Los muros se van levantando. No estoy muy seguro de cómo va a resultar, me dá la impresión de que en cuanto cojan altura van a colapsar.





Consigo un bloque especialmente largo para cargadero de la entrada principal y Eco me hace prometerle que pondré una ventana con vistas al fiordo.



Tras un par de horas de trabajo la obra está terminada. Estoy orgulloso, para ser mi primer iglú.



El problema es que Eco no aprecia el regalo. Prefiere seguir durmiendo fuera y utiliza el iglú como urinario.