El Reino de la Luz: De las Auroras Boreales al Sol de Medianoche

La luz. Esa es la respuesta si alguien me pregunta qué me ha llamado más la atención de vivir tan al Norte, qué es diferente, qué es especial. La luz, tan simple como eso. Creo que la mayoría se siente decepcionada ya que esperan que diga el frío terrible, osos polares andando por la calle o alguna otra cosa fuera de lo común.
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Pero la luz aquí es algo realmente espectacular que cambia el paisaje transformán- dolo hasta extremos oníricos. El brutal cambio de incidencia del sol a lo largo del año, los atardeceres interminables del verano, la atmósfera azul del invierno sin sol, el clima siempre dinámico, siempre en movimiento, las montañas camaleónicas en perpétua permutación de color.... la naturaleza se recrea pintando cuadros efímeros sin descanso. Es un juego de contrastes contínuo entre nubes rotas en formas imposibles, el tapete liso de las aguas del fiordo, la quebrada silueta de la costa y la luz que lo amalgama todo en armonía. Mis fotos hacen poca justicia a tal grandiosidad, pero con que transmitan siquiera un ápice de ella, me doy por satisfecho.

20 FEBRERO 07: TRACCIÓN ANIMAL



El sol ha vuelto. Tímidamente al principio, una efímera uña dorada en el horizonte de Enero, pero a estas alturas del invierno ya se muestra en en todo su esplendor regalándonos gloriosos días de visibilidad y luminosidad ilimitada. Nuevas posibilidades para los fines de semana.

Eco sigue creciendo en tamaño y en caudal de energía. Su raza existe con un sólo objetivo: tirar de un trineo. Y la selección genética ha hecho bien su trabajo, el Alaska Malamute trae de serie un exceso de energía que es imprescindible quemar, tanto para la felicidad del perro como para la de sus dueños...



Hace un par de años que probé por primera vez el cross-ski -el esquí de travesía- modalidad que se usa para desplazarse largas distancias sobre la nieve sin desniveles de terreno excesivamente acusados. Se realiza con un par de esquíes de material ligero (plástico hoy en día) muy largos y finos. Están arqueados en el centro, donde la bota se sujeta, de manera que cuando no hay presión hacia abajo no toca el terreno más que en en las puntas delanteras y traseras del esquí. En esa zona arqueada se hunta una sustancia pegajosa, este "pegamento" impide que el esquí deslice cuando entra en contacto con la nieve. Se completa el equipo con unas botas que están sujetas al esquí sólo por la puntera de manera que podemos elevar el talón, y dos bastones bastante largos.

La técnica es la siguiente: con todo el peso apoyado en una pierna de manera que el "pegamento" está en contacto con la nieve nos impulsamos sobre ella y adelantamos la otra pierna ligeramente levantada de manera que el esquí desliza sobre las puntas delantera y trasera sin que el cento toque la nieve al tiempo que nos impulsamos con los brazos usando los bastones. Un buen ejercicio. En zonas muy llanas y planas podemos usar la técnica de patinar, con la que se avanza más rápido. Los problemas vienen en los desniveles fuertes, no son esquíes buenos para el descenso, no tienen metal en el borde y no se puede controlar la dirección, además la bota no es rígida. Todo estó hace el descenso por una pendiente muy acusada algo así como tirarte con una bicicleta sin frenos por la Sierra de San Cristóbal. Las subidas no son tan excitantes pero sí demoledoras fisicamente, se sube abriendo los esquíes-dejando la típica huella de "espina de pescado" y tirándo de fuerza de brazos apoyándose en los bastones.

Siendo europeo sureño y neófito en el arte del esquí aún no he acabado de dominar todas estas técnicas y ya he decidido ir un paso más allá: atarme un perro de trineo a mi cintura.



Sin más que hablar uno de estos domingos inmaculados, de cielo límpido y nieve deslumbrante, que nos regala Febrero decido realizar la primera prueba. No empieza demasiado bien, Eco no acaba de entender de dónde han salido todos esos nuevos largos y duros apéndices en los extremos de mis miembros y no se fía un pelo. De un salto se aparta a un lado cuando hago el primer movimiento con un esquí arrastrándome y derribándome. Todavía no hemos empezado y ya estoy comiendo nieve.

Pero finalmente nos ponemos en movimiento. Desde la casa el camino comienza cuesta arriba, él no colabora mucho, en vez de tirar hace eses olisqueando a los lados del camino, soltando algún chorrillo donde lo cree oportuno y necesario, en ocasiones haciendo un círculo entorno a mí atándome los bastones a las piernas con la correa que nos une... acumulamos unas cuantas caídas más, suerte que la nieve está blanda.

Cuando por fín llegamos a una zona llana la cosa mejora algo. En cuanto cojo algo de ritmo y velocidad él se pone por fín a trotar -es competitivo, no admite que nadie lo dejes atrás cuando se trata de correr- y empiezo a notar su tirón. Todo empieza a ir bien aunque en ocasiones discrepamos sobre la dirección a seguir y eso no es bueno cuando se comparte un cordón umbilical.

En esas estamos cuando nos aproximamos al principal desafío: más adelante veo como el terreno desaparece preconizando un importante desnivel descendente. Tal evento incluso sin un perro atado a mi cintura ya es motivo de sudor frío dadas mis incipientes y rudas habilidades de esquiador. Con el perro todo se agrava.

En cuanto inicio el descenso empiezo a ganar velocidad de inmediato a pesar de que aplico la técnica de frenado al máximo. El gen competitivo de Eco ataca de nuevo, se pone a correr como un desesperado para ganar la carrera (?) aguanto como puedo sin caerme el tirón que me pega pero me hace acelerar sin control, hasta que voy más rápido que él y empiezo a recortale distancia. Eco ya no puede ir más rápido, va al máximo y aún así voy a a chocar con él y no puedo frenar, abro las piernas y -para su sorpresa- le paso por encima. Solución temporal, yo sé lo que va a pasar cuando la correa se estire al máximo.

Y pasa. Ahora soy yo el que tira de él, cuando la cuerda se tensa ya no puedo guardar por más tiempo el equilibrio, caigo de bruces y arrastro a Eco y acabamos de bajar la pendiente hechos una bola amorfa. Cuando todo finalmente se para estamos bien aunque semienterrados en nieve. Los comienzos son difíciles.



Finalmente ponemos rumbo a casa por dónde habíamos venido y esta vez sí, Eco sigue nuestro rastro y me lleva como una flecha, sin desvío y sin esfuerzo por mi parte hasta la puerta. Buen perro.